Darwin y el evolucionismo

La visión del hombre de Charles Darwin (1809-1882)


"La principal conclusión a la que llegamos en esta obra, es decir, que el hombre desciende de alguna forma inferiormente organizada, será, según me temo, muy desagradable para muchos. Pero difícilmente habrá la menor duda al reconocer que descendemos de bárbaros. El asombro que experimenté en presencia de la primera partida de fueguinos que vi en mi vida en una ribera silvestre y árida, nunca lo olvidaré por la reflexión que inmediatamente cruzó mi imaginación. Tales son nuestros antecesores. Estos hombres estaban completamente desnudos, pintarrajeados, su largo cabello estaba enmarañado, su boca espumosa por la excitación y la expresión era salvaje, medrosa, desconfiada. Apenas poseían arte alguno y, como los animales salvajes, vivían de lo que podían cazar. No tenían gobierno y eran implacables para todo lo que no fuese de su propia y reducida tribu. El que haya visto un salvaje en su país natal no sentirá mucha vergüenza en reconocer que la sangre de alguna criatura mucho más inferior corre por sus venas.
Por mi parte preferiría descender de aquel heroico y pequeño mono que afrontaba a su temido enemigo con el fin de salvar la vida de su guardián, o de aquel viejo cinocéfalo que descendiendo de las montañas se lo llevó y crió con sus pequeños camaradas, librándoles de una manada de atónitos perros, que de un salvaje que se complace en torturar a sus enemigos, ofrece sangrientos sacrificios, practica infanticidios sin remordimiento, trata a sus mujeres como esclavas, desconoce la decencia y es juguete de las más groseras supersticiones".

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