Michel Foucault: El poder que produce individuos

“Las Luces, que han descubierto las libertades, inventaron también las disciplinas”
Michel Foucault

La modernidad es una bisagra que demarca un antes y un después. La Razón es el nuevo fundamento, y ocupa ahora el lugar del Absoluto que dejó Dios. La categoría de sujeto aparece con fuerza en la filosofía del conocimiento, pero también la de individuo como titular de derechos, dado que es también la época de la constitución de los Estados Nación. Nuestro epígrafe pertenece a Michel Foucault. El filósofo destaca el pasaje de un poder de soberanía –negativo, de prohibición- cuyo lema del Rey es “hacer morir o dejar vivir” a un poder positivo, un anátomo-poder que surge en las sociedades disciplinarias a partir del siglo XVIII, cuyo lema es “hacer vivir o dejar morir”.
Foucault, contrariamente a las teorías políticas clásicas, como el contractualismo, que explican el surgimiento de las sociedades mediante la reunión de individuos aislados, sostiene que el individuo es fabricado por las sociedades. El esquema sería el siguiente: las prácticas sociales generan dominios de saber que a su vez producen objetos, conceptos, técnicas, valores que constituyen a los nuevos sujetos. O para decirlo de otro modo, es el poder que da origen a una verdad, que a su vez constituye determinados sujetos. En la conferencia que dio en Río de Janeiro, “La verdad y las formas jurídicas”, Foucault decía:

“Sería interesante intentar ver cómo se produce, a lo largo de la historia, la constitución de un sujeto que no está definitivamente dado, que no es aquello a partir de lo cual la verdad acontece en la historia, sino un sujeto que se constituye en el interior mismo de la historia y que la historia funde y refunde en cada instante. Hacia esta crítica radical del sujeto humano por la historia debemos tender”
Y más adelante:

“Mi objetivo será mostrarles cómo las prácticas sociales pueden llegar a engendrar ámbitos de saber que no solamente hacen aparecer nuevos objetos, conceptos nuevos, nuevas técnicas, sino que además engendran formas totalmente nuevas de sujetos y de sujetos de conocimiento. El propio sujeto de conocimiento también tiene una historia, la relación del sujeto con el objeto o, más claramente, la verdad misma tiene historia”
El sujeto es un cierto tipo de saber sobre el hombre que se engendró en los últimos siglos a partir de prácticas sociales de control y vigilancia. Surge a partir de estas prácticas un nuevo sujeto. Estamos hablando de un sujeto cuyo saber está centrado en su individualidad, concretamente en su normalidad o anormalidad. En su curso de 1975-1976 Defender la sociedad, decía:

"El poder nos obliga a producir la verdad, dado que la exige y la necesita para funcionar; tenemos que decir la verdad, estamos forzados, condenados a confesar la verdad o a encontrarla. El poder no cesa de cuestionar, de cuestionarnos; no cesa de investigar, de registrar; institucionaliza la búsqueda de la verdad, la profesionaliza, la recompensa. Tenemos que producir la verdad del mismo modo que, al fin y al cabo, tenemos que producir riquezas, y tenemos que producir una para poder producir otras. Y, por otro lado, estamos igualmente sometidos a la verdad, en el sentido en que ésta es ley; el que decide, al menos en parte, es el discurso verdadero; él mismo vehiculiza, propulsa efectos de poder. Después de todo, somos juzgados, condenados, clasificados, obligados a cumplir tareas, destinados a cierta manera de vivir o a cierta manera de morir, en función de discursos verdaderos que llevan consigo efectos específicos de poder".
Para ejemplificar el modo en que Foucault comprende la constitución de las subjetividades a partir de un poder y un saber, podemos remontarnos al análisis que Foucault realiza en El Poder Psiquiático. Allí, invierte lo que hasta un momento se tenía por cierto en cuanto a la necesidad de un determinado poder surgido de un discurso tomado por verdadero. La psiquiatría clásica funcionó sin problemas entre 1850 y 1930 a partir de un discurso que ella consideraba como verdadero y a partir del cual se deducía la necesidad de la institución asilar y de cierto poder médico dentro de ella. Es decir, de un discurso verdadero se deducía la necesidad de una institución y un poder. Foucault por su parte plantea una perspectiva inversa: es una determinada práctica psiquiátrica basada en relaciones de poder las que dan lugar a un discurso verdadero en torno a la psiquiatría, y a la necesidad de instituciones, a partir de los cuales surge lo que desde ellos se considera un individuo “normal” . Foucault llega a este planteo desde el análisis del pasaje de un poder de soberanía (centralizado en la figura del soberano, restrictivo, negativo) a un poder disciplinario, un poder centralizado en la individualidad, con la captura total del cuerpo, el control y la situación de observación constante y la clasificación de los elementos. Este poder dio lugar a nuevas instituciones (hospitales, cárceles, escuelas) que constituyen a los sujetos “normales”. Todo lo que escape a esa “normalidad” (a esa vigilancia, a la clasificación) es un residuo, lo irreductible, lo inclasificable, lo inasimilable.

Disciplina y panóptico
Andry, La ortopedia o el arte de
prevenir y de corregir en los
niños las deformidades corporales,
1749 
 El poder disciplinario tiene como función principal “enderezar conductas”. La vigilancia se vuelve el juego de las miradas, miradas que deben ver sin ser vistas. El poder no es algo que se tenga (como en el caso del rey, en el cual el poder era dado por Dios y se heredaba de padres a hijos) sino algo que se ejerce. La disciplina es este poder múltiple, automático y anónimo, que funciona como una maquinara y se reproduce. Uno de los principales dispositivos de este poder es el castigo, que no consiste en sino en corregir las desviaciones, mediante el ejercicio, es decir que el castigo es isomorfo a la obligación misma (un ejemplo de ello pueden ser aquellos castigos escolares que mandan al niño a “pensar” o les dan “tareas para la casa”, en los cuales el aprendizaje queda asociado al castigo). Se trata de un microsistema de penalidad que funciona en todas las instituciones, en el taller, en la escuela, en el ejército, cuyo fin es que todos se asemejen. La penalidad perfecta –según Foucault- que atraviesa todos los puntos y controla todos los instantes de las instituciones disciplinarias, compara, diferencia, jerarquiza, homogeniza, excluye. En una palabra, normaliza.
La anatomía política que se introduce a fines del siglo XVIII, explicada en Vigilar y castigar, muestra cómo se produce un desplazamiento en relación a la forma gubernamental de la soberanía, fundada en la obediencia de la ley, hacia prácticas disciplinarias que tienen un papel positivo (en la medida en que son productoras de individuos, incrementando su utilidad) y ya no negativo (el poder represivo, de la prohibición). La distinción entre lo normal y lo patológico, de acuerdo con el registro de vigilancia permanente del cuerpo social, se convierte en el producto mismo de las sociedades disciplinarias cuyo sentido ya no es expresado por la ley, sino por la norma que jerarquiza a los individuos y descalifica aquellos que no son susceptibles en un primer momento de ser normalizados, para corregirlos. En síntesis, para Foucault, la invención de la normalidad se da en ese registro disciplinario, y las ciencias humanas se originan en esa necesidad de jerarquizar y clasificar a los individuos. Ellas son las que trazan la distinción entre la personalidad normal y la patológica.

“Para Foucault, entonces, estudiar “la transformación de un ser humano en sujeto” es interesarse en el sentido que las ciencias humanas atribuyen al alma en cuanto efecto exigido por las relaciones de poder. (…) Y por ello Foucault puede invertir la fórmula de Platón para decir que el alma es la “prisión del cuerpo”. La función del sujeto se obtiene de manera definitiva a través de la construcción disciplinaria del alma, que consuma el proceso de sujeción ya producido por la marcación disciplinaria del cuerpo” (LE BLANC)
El examen combina las técnicas de la jerarquía que vigila y la sanción que normaliza. Y la escuela pasa a ser una especie de aparato de examen ininterrumpido que acompaña la operación de la enseñanza. Mediante la evaluación no sólo se garantiza el aprendizaje del alumno (podemos poner esto entre comillas, claro), sino que otorga un saber al maestro acerca de cada individuo que permite la comparación, clasificación y hasta exclusión de cada uno.

“La mirada está por doquier”

La vigilancia se apoya en un sistema de registro permanente. El Panóptico de Bentham es la figura arquitectónica de esta composición. El dispositivo panóptico dispone de unidades espaciales que permiten ver sin cesar, sin ser vistos. Se trata de una construcción circular, en cuyo centro se encuentra una torre con anchas ventanas. La construcción periférica está dividida por celdas. Basta situar en la torre central un vigilante y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un escolar. “Es visto, pero él no ve; objeto de una información, jamás sujeto de comunicación”. En el panóptico el individuo se vuelve alguien a ser permanentemente vigilado por una mirada que no podemos ver. El esquema panóptico está destinado a difundirse en el cuerpo social, su vocación es convertirse él en una función generalizada. A esto llamamos panoptismo: un sujeto que deja de ser un sujeto de comunicación, un sujeto de reconocimiento porque se vuelve un objeto de la información.

En una pregunta de Foucault, que es la nuestra también: “¿Puede extrañar que la prisión se asemeje a las fábricas, a las escuelas, a los cuarteles, a los hospitales, los cuales, a su vez, se asemejan a las prisiones?”

Los cuatro sistemas de exclusión
(En: "La locura y la sociedad")

El Bosco, La piedra de la locura


“La hermosa totalidad del individuo no está amputada, reprimida, alterada por nuestro orden social, sino que el individuo se halla en él cuidadosamente fabricado, de acuerdo con toda una táctica de las fuerzas y de los cuerpos” (Foucault).
El loco es un ejemplo de ello. El loco pertenece a un cuádruple sistema de exclusión: el sistema de producción, la familia, la palabra y el juego, tanto en las sociedades medievales como en las nuestras. Con este argumento desmiente Foucault que la salida de los centros de internamiento que produjeron Pincel y Tuke a finales del siglo XVIII haya cambiado radicalmente el estatuto de la locura. La categoría de enfermo mental, así como los hospitales psiquiátricos como centros “sanadores”, surgen a partir de esta liberación de centros de internamiento que funcionaban recluyendo lo execrable de una sociedad, locos, prostitutas, criminales. La liberación se da por motivos económico-políticos de la sociedad burguesa: se necesita una enorme masa de gente que trabaje.

Los locos, a partir del siglo XVIII, los enfermos mentales, son fundamentalmente aquellos que no pueden trabajar. Pero también son aquellos incapaces de reproducir la sociedad, adaptándose a las reglas de la moral familiar burguesa. Son aquellos que son objeto de exclusión en relación con las reglas del discurso. En la edad Media, el loco gozaba de cierto estatus singular. El bufón era el que podía decir a las gentes sus verdades, era el encargado de decir aquello que nadie se atrevía a decir. De algún modo, era la institucionalización de la palabra loca. En el caso del loco como enfermo mental, su palabra está totalmente desacreditada. De la misma manera que tampoco puede participar de las fiestas, puesto que en nuestras sociedades el sentido de la fiesta ha desaparecido. Foucault quiere destacar que en la Edad Media eran perfectamente tolerantes en relación al fenómeno de la locura. Que es nuestra sociedad la que se ha vuelto profundamente intolerante respecto de ella. El comienzo del siglo XVIII es, en Europa, el principio de organización social, política y estatal de las sociedades capitalistas. La obligación del trabajo es requerida para todo el mundo. Queda excluida así del sistema económico y social toda una masa de individuos irreductibles a la normalidad del trabajo. Así, el enfermo mental no es la verdad por fin descubierta del fenómeno de la locura, es un avatar propiamente capitalista en la historia etnológica del loco.

“El loco es la verdad irresponsable” dice Foucault. Nosotros conocemos el refrán: “los niños y los locos dicen la verdad”. ¿No será esa verdad la resistencia a la normalización, la resistencia a la homogenización, la resistencia a convertirse en un trabajador enajenado?

Como ejemplos de cómo un poder y un saber constituyen o "fabrican" los sujetos (cliquear en cada caso):

1) la constitución del sujeto enfermo 
2) Entrevista a Mauro Cabral sobre la categoría intersex, y una entrevista más sobre la excepción y la regla
3) Entrevista a Pablo Pineda, síndrome de down y primer Licenciado Universitario down en España.
Pablo Pineda













El debate en torno a la naturaleza humana



En el debate “Justicia versus poder” de M. Foucault con N. Chomsky, Foucault le dice:

“Si usted dice que existe una cierta naturaleza humana, que esta naturaleza humana no ha recibido en la sociedad actual los derechos y las posibilidades que le permitan realizarse...”
Y continúa:

“Y si uno admite eso, ¿no se corre el riesgo de definir esta naturaleza humana, que es al mismo tiempo ideal y real -y que hasta ahora fue ocultada y reprimida- en términos tomados en préstamo de nuestra sociedad, nuestra civilización, nuestra cultura? Voy a considerar un ejemplo y a hacer una simplificación. El socialismo de un cierto período -fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX- admitía en efecto que en las sociedades capitalistas el hombre no había hecho realidad todo el potencial de su desarrollo y autorrealización; que la naturaleza humana efectivamente estaba alienada en el sistema capitalista. Y soñaba con una naturaleza humana finalmente liberada.

¿Qué modelo utilizó para concebir, proyectar y eventualmente llevar a la práctica esta naturaleza humana? Fue, de hecho, el modelo burgués. Consideraba que una sociedad desalienada era una sociedad que daba lugar, por ejemplo, a una sexualidad de tipo burgués, a una familia de tipo burgués, a una estética de tipo burgués. Es más, esto es lo que ha ocurrido en la Unión Soviética y en las democracias populares: se ha reconstituido un tipo de sociedad traspuesta de la sociedad burguesa del siglo XIX. La universalización del modelo de la burguesía ha sido la utopía que ha animado la constitución de la sociedad soviética.”
En relación a la constitución del estatuto científico de las ciencias, pretendidamente objetivas, neutrales, surgido en la modernidad, Foucault dice:

“Durante mucho tiempo, se creyó que las ciencias seguían una cierta línea de "progreso'; que obedecían al principio de "desarrollo" y de convergencia de los diversos tipos de saber. Sin embargo, cuando observamos el desarrollo de la comprensión europea, que en un sentido histórico y geográfico resultó ser una comprensión mundial y universal, ¿es posible afirmar que hubo desarrollo? Yo, por mi parte, diría más bien que se trata de una transformación.

Consideremos, por ejemplo, la clasificación de los animales y las plantas. ¿Cuántas veces se las reescribió desde la Edad Media de acuerdo con reglas completamente distintas? Según el simbolismo, la historia natural, la anatomía comparada, la teoría de la evolución. Cada reescritura hace que el conocimiento sea completamente distinto en sus funciones, en su economía, en sus relaciones internas. Tenemos allí un principio de divergencia, mucho más que uno de desarrollo. Yo diría más bien que hay muchos modos distintos de posibilitar en
forma simultánea pocos tipos de saber”.
Ya en Las palabras y las cosas Foucault realizaba una arqueología de las ciencias humanas, mostrando que el saber que cada época engendra no es un desarrollo o evolución respecto del anterior, sino que responde a la episteme propia de la época. En este debate con Chomsky, acentúa:

“Lo que quiero decir es esto: es una costumbre considerar, al menos en la sociedad europea, que el poder está en manos del gobierno y que se ejerce a través de ciertas instituciones determinadas, como la administración, la policía, el ejército y los aparatos de Estado. Sabemos que la función de estas instituciones es idear y transmitir ciertas decisiones para su aplicación en nombre de la nación o del Estado, y para castigar a quienes no obedecen. Pero creo que el poder político también se ejerce a través de la mediación de ciertas instituciones que parecerían no tener nada en común con el poder político, que se presentan como independientes a éste, cuando en realidad no lo son.

Sabemos esto en relación con la familia; y sabemos que la universidad, y, de un modo general, todos los sistemas de enseñanza, que al parecer sólo diseminan conocimiento, se utilizan para mantener a cierta clase social en el poder y para excluir a otra de los instrumentos del poder. Las instituciones del saber, de la previsión y el cuidado, como la medicina, también ayudan a apuntalar el poder político. Esto también es evidente, incluso a un nivel escandaloso, en ciertos casos vinculados con la psiquiatría.

Me parece que la verdadera tarea política en una sociedad como la nuestra es realizar una crítica del funcionamiento de las instituciones que parecen neutrales e independientes; hacer una crítica y atacarlas de modo tal de desenmascarar la violencia política que se ha ejercido a través de éstas de manera oculta, para que podamos combatirlas”.
Para ver el debate, cliqueen aquí:
Primera parte
Segunda parte



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